domingo, 27 de mayo de 2012

Back to back Buenos Aires


En pleno caos porteño, tuve la sorpresa de toparme con un viejo amigo. Él salía de un edificio, yo caminaba, tan solo por el arte de caminar. No resistimos el darnos un fuerte abrazo, sonreírnos y decirnos toda clase de trivialidades que se le dicen a un ser querido. Le pregunte para donde se dirigía, y caminamos juntos.

Había muchas cosas las cuales hablar, era una persona de un nivel de inteligencia más que respetable, y cuya opinión, personalmente, valoraba mucho para los más diversos temas: Política, cultura, mujeres, o porque no sirve jugar con doble cinco y enganche como solía aplicar Basile en nuestra selección nacional. Aunque tal vez, lo que más me interesaba escuchar, era sobre su reciente viaje a Oceanía, donde tuvo que convivir con una rara tribu de indígenas. Las maravillas de ser antropólogo.

Estaba tan compenetrado en sus palabras que no podía oír a la jungla del microcentro, con sus especímenes vagando de un lado al otro por las veredas. Me relataba acerca de sus primeros días, como llego, como fue aprendiendo sus costumbres.

Me comento que lo que más le llamo la atención, eran los esclavos de la tribu. Eran por lo general prisioneros que habían tomado de otras tribus, o descendientes de estos.

Los hombres que eran esclavos se encargaban de los trabajos pesados en la siembra, o eran servidores de algún jefe de la tribu. Las mujeres ejercían trabajos mas domésticos, así como también eran usadas por los jefes como amantes, muchas veces en secreto, y los hijos de estas relaciones no eran reconocidos por la tribu.

Una característica singular que tenían estos esclavos, era que estaban adornados completamente, siempre se les regalaba un collar, o vestimentas llamativas y elegantes para que las usaran con orgullo, esto ocurría con los que eran más eficientes en sus respectivas tareas. Ocurría lo mismo con las mujeres, hasta que quedaban embarazadas, entonces el trato se volvía seco.

Mi amigo indago sobre esto específicamente durante gran parte de su estadía en Oceanía. Llego a la conclusión, que la tribu hacia creer a los prisioneros que ellos no ejercían control alguno sobre ellos, los vestían y recompensaban con vestimentas y objetos vistosos que parecían glamorosos, pero que espiritualmente carecían de sentido. Los esclavos creían que eran respetados y valorados, cuando solo hacían trabajos que para la tribu era repetitivos, aburridos, y pesados.

Los miembros de la tribu vestían ropas cómodas y ligeras, mientras que los esclavos relucían ropas muy vistosas que parecían elegantes con detalles bordados con hilo de oro, y usaban collares y pulseras de plata y bronce. Dijo que nunca había visto algo semejante.

Lo mire fijo a los ojos, el simplemente esbozo una leve sonrisa, e intuyo que iba a decir algo. Pare de caminar, el también lo hizo, mire a mi alrededor y el extrañado también lo hizo, pero no lograba divisar lo que yo veía en aquel mar de gente que se dirigía a sus trabajos. Finalmente nuestras miradas vuelven a cruzarse después de un giro de trescientos sesenta grado y le contesto:


"No entiendo tu sorpresa, en esta ciudad, los esclavos visten trajes Armani de mil quinientos dólares"



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