sábado, 19 de mayo de 2012

Memorias de un hijo



Todos esperan algo de uno. Las personas viven en la expectativa, confían que uno cumpla con su propósito o metas.  A nadie le gustan aquellos que no se apegan al sistema, que no hacen lo que se le dice. Así me educo mamá. En realidad, ella es mi tía, pero se convirtió en mi madre cuando yo mate por primera vez. "Estoy contando con esto;  No me falles;  Espero que hagas como te digo". Ella siempre me necesitó,  no le gusta ensuciarse las manos, "Para eso  ya tengo a mi chiquito" me decía.
Todos esperan algo de uno. Algunos pintan, otros escriben o construyen, todas las personas tienen un don, el mío era matar. No había otra persona con esa cualidad, por eso siempre fui el preferido de mamá. A ella parecía agradarle mis relatos sobre mis victimas, me preguntaba que arma había escogido, como lo había hecho.  Esa era la razón por la que siempre mataba de una manera distinta. Me gustaba innovar. No tenía otro propósito en la vida, por lo menos desde su punto de vista.
De joven siempre escuche como a mis compañeros eran felicitados por buenas notas o meritos deportivos. La primera vez que me felicitaron a mi fue cuando tenía 13 años, mamá decía "Estoy muy orgulloso de vos" y me llevo a vivir a su casa, después de que clave un cuchillo de cocina a Eugenia Nieves, mi madre biológica, esa noche comimos las pastas caseras que me gustan. Pasaban los días y la policía no tenía ninguna certeza de quien había matado a Eugenia Nieves, nadie sospecho de mí. En los noticieros decían que yo dormía en la habitación de al lado cuando ocurrió el asesinato. Mamá y yo mirábamos las noticias y nos reíamos, ella me pedía que le contara una y otra vez los gritos de Eugenia, su mirada sorprendida, sus ojos cubiertos de lágrimas al ver mi leve sonrisa, la expresión de mi rostro al verla desplomarse al piso con el cuchillo incrustado en su pecho.



Pasaron dos años. Una semana después de cumplir 15 años, Lisandro salió de la cárcel. Él era el marido de Eugenia, no lo veía desde que era chiquito, recuerdo que estuvo preso por unas estafas con matriculas de autos falsa, o eso creo. Pasaba por casa seguido, se peleaba con mamá, desde la vereda de enfrente gritaba que me iba a llevar, que él era mi padre y tenía derecho de vivir conmigo. Esa idea me asustaba, recuerdo que me pegaba con la hebilla del cinturón a veces y Eugenia no hacía nada al respecto, solo miraba. Luego de una reunión entre mamá, Lisandro y sus respectivos abogados llegaron a la conclusión de que podía ir a vivir una semana con Lisandro y allí evaluarían si era apto o no para hacer carga de mí.
Recuerdo que mamá dijo "Tenés una semana, no me falles". Pase cuatro días viviendo con Lisandro, tenía un garaje donde arreglaba autos, después del colegio tenía que ir ahí a darle una mano. El estaba revisando el motor de Renault cuando, con un martillo que tome de la caja de herramientas le di fuerte en la rodilla. Se podía ver que el golpe le causo varias heridas internas, no podía caminar. En su último esfuerzo, puso sus manos en mi cuello, pese al dolor, sentía su fuerza; Pero con el martillo todavía en mano, le di dos golpes en la cabeza. Al caerse su cabeza se golpeo contra el paragolpes del auto. Rápidamente llame a mamá, ella llego y le explico a la policía que actué en defensa propia.
Luego de declarar en comisaría una hora, nos dejaron ir, Lisandro tenía antecedentes de violencia, había estado en la cárcel y solía pegarme cuando era chico, todo parecía tener sentido para ellos. En la noche mamá preparo unos ricos ravioles con cuatro quesos.
Pasaron los años, termine el colegio secundario, no me gradué con honores, pero por lo menos lo hice. Empecé a trabajar en un restaurante cerca de casa. Mamá había empezado a salir con un hombre joven, era un poco mayor que yo, pero no me importaba en lo absoluto. Era una persona adinerada y al poco tiempo le ofreció irse a vivir con él. Ella acepto y me extendió la oferta, los tres estuvimos viviendo juntos cerca de un año.
Un noche, yo trabajaba, mamá encontró a su novio con una mujer, me llamo inmediatamente, desconsolada, no hacía más que llorar, recuerdo que me dijo "vení, cuento con vos". Cuando llegue estaba sentada en la mesa de la cocina me contó que Rafael tomaba un baño y que la "puta" como ella la llamaba se fue hace no más de 10 minutos. Las lagrimas fueron reemplazadas por risa en la fracción de tiempo que me tomo subir las escaleras, llegar al baño y ahogar a Rafael en la bañera. Su cuerpo pálido mientras vaciaba la bañera con mamá era víctima de nuestras burlas y risas.
Pasaron los años y yo seguí matando a la voluntad de mi madre, primero fuimos a buscar a la "puta", luego fue un inversionista que perdió mucho de nuestro dinero en una mala movida financiera. No sé quien vino después, Ricardo o mí jefe, quien se negó a darme un aumento, por lo que mamá me sugirió le diera una lección y así hice.
 Todos esperan algo de uno, tanto así que uno puedo olvidar lo que espera de sí mismo. Eso fue lo que me pasó, me convertí en el fetiche de una mujer que clama ser mi madre, y me alienta a matar, a ensuciarme las manos, a degollar a Ricardo, a estrangular una puta, a golpear con un sartén hirviendo a mi jefe. Sin darme cuenta perdí el control de mi vida, la voluntad de mis acciones.
Por eso te mate mamá. Tenía que recuperar mi vida, ahorcándote era la única manera, no me enseñaste otra forma. Estaba cansado de matar por vos, tenía que hacerlo por mí una vez.

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