Ayer no pudo
dormir, dio mil y tres vueltas en la cama. Sus ojos hacían un esfuerzo
sobrehumano para permanecer cerrados. Por momentos sintió frio en los pies,
pero la frazada lo incomodaba y se destapaba.
Sentía el encierro en carne propia, las paredes de su
cuarto parecían enormes murallas que se acercaban a él más y más, confinándolo
a la soledad. Aquella incomoda soledad, la cual el eligió, y una vez más, se
pregunta a sí mismo, si ha sido la decisión acertada.
Se quedo con su orgullo, mantuvo la integridad de su
orgullo, logro esta vez no declinar. Se mantuvo firme. ¿Victorioso? Al menos
eso pensaba al principio, ya no está totalmente seguro. Es el tiempo quien
juzgará eso.
Ayer no pudo dormir. Se dio cuenta esa misma noche del
tiempo que había pasado, y de que nunca más volvería a saber de ella. Solo la vería
en sus recuerdos. No volvería a escuchar su voz. Fue la peor noche de todas, no
porque la haya extrañado más de lo que la extrañaba antes, sino porque acepto
ese destino.
Lloro en silencio, las lágrimas brotaban de sus ojos y
humedecían la almohada. Observo el otro lado de su cama, vacía. Ya no podría
concretar la fantasía de hacerla descansar en ese lugar que por tanto tiempo le
había reservado. Aunque eso no era lo peor.
Se había acostumbrado a no verla, y con una técnica
magistral había dominado el arte de imaginarla, para poder compartir aquellos
momentos de soledad, para permitirse escapar de la realidad a la que él mismo
se condeno. No solo había aprendido a imaginar con perfección su rostro y su
cuerpo, sino también podía llenar ese cuerpo vacio con todos los recuerdos que
tenia de ella, sus facetas, sus contestaciones, sus gestos... Creo una mujer a
base de otra mujer para pasar su soledad. Le daba composición abrazando por las
noches su almohada. Le daba afecto pensando palabras de amor en vano y pasión
alguna que otra vez en una ocasional masturbación. Llego a la conclusión que no
necesitaba verla.
Sin embargo, lo que más le dolió es no saber de ella,
y perder poco a poco todo contacto y rastro que los unía. Nunca se dejo de
preocupar por ella, tal vez nunca deje de hacerlo, pero ese hacía tiempo que no
era de su incumbencia.
Al día siguiente anduvo ambivalente por las calles de
la ciudad, vio como todo le recordaba a ella, y la televisión había organizado
un complot de películas románticas, incluyendo esa con la que él se siente tan
identificado.
Soledad destructivas que todos conocemos. Bien hecho!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Heinrich!
ResponderEliminarFito